La guinda del pastel, extrait

Lyon, le 22 Mai 2015


Pour fêter la traduction de 'La cerise sur le gâteau' en espagnol, un extrait pour le plaisir, c'est la première page du roman...







Capítulo 1: Naufragio




"Abrió los ojos a su pesar. Una luz dorada de media mañana se filtraba a través de las cortinas mal cerradas de la habitación. Sus párpados parecían pesar una tonelada, igual que la jornada que se anunciaba. Desde que su mujer le había dejado, salir de la cama era un auténtico calvario. Se sentía como un caracol sin su caparazón. Todos estos años la había tratado como a un accesorio, considerando sus regresos a casa como pausas entre dos rodajes. Hoy comprendía que había subestimado el lugar que ella ocupaba en su vida. Ella era su pilar, su público fiel. Sin ella, ¿quién le iba a hacer sentirse vivo?
   Un ruido sordo atrajo su atención y le hizo recordar el motivo de su despertar. Alguien abría y cerraba las puertas de los armarios de la cocina. No eran los sonidos habituales de Gloria, la mujer de la limpieza, y además no era su día, ella no trabajaba los miércoles.
   Había regresado a casa durante la noche, agotado, después de una loca semana de trabajo en Italia. Había encadenado entrevista tras entrevista, haciendo creer que vivía una vida de ensueño. ¿Habría cerrado mal la puerta de la entrada? No solamente había llegado agotado, también había abusado un poco del champán ofrecido en el avión. Suspiró. ¡Lo que faltaba! ¡Y él que pensaba que su vida no podía ir a peor! Su instinto de propiedad se sobrepuso a su indolencia. Se levantó atrapando sus viejos calzoncillos lanzados la víspera a los pies de la cama. Buscó alguna cosa que pudiera usar como arma si necesitara defenderse. Sentía horror por las armas de fuego. Fue entonces cuando lo vio, posado, sobre la estantería, al lado de la pantalla de televisión gigante: ¡su Oscar! El que le había costado, sin duda, su matrimonio, bien podía ahora hacerle ese servicio, se dijo, sarcástico. Asió la estatuilla sorprendido de su peso y salió de la habitación sin hacer ruido.
   Desde la entreplanta que corría a lo largo de las habitaciones tenía una vista completa del salón. Estaba vacío. El intruso estaba, entonces, en la cocina, situada justo debajo de él. Avanzaba silenciosamente, descalzo sobre la espesa moqueta. Su mujer, italiana, estaba fascinada por la moqueta inglesa, ¡habría moqueta hasta en la cocina si la hubiera escuchado! Los peldaños de la escalera de madera se mostraron menos cooperativos y empezaron a crujir bajo su peso. Se detuvo un instante y retomó su descenso. El salón era una pieza grande que comunicaba en parte con la cocina. Dudó entre rodear la escalera para irrumpir en el comedor, o avanzar hasta la parte común y sorprender al intruso de frente. Se decidió por la primera opción y se giró para rodear la escalera. Fue entonces que se encontró cara a cara con una mujercita rubia despeinada. Aún más sorprendida que él, lanzó un grito y dejó caer el florero de cristal de Murano que sujetaba con ambas manos. Él tuvo el tiempo justo de retroceder jurando para evitar los trozos de vidrio cortantes sobre sus pies. ¡Una fan fetichista, lo que faltaba! Miró a su alrededor intentando comprender como había conseguido entrar.
   - ¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo en mi casa? ¡Por dios! -le dijo molesto mientras ella recobraba la respiración, una mano sobre el pecho.
  Ella lanzó una mirada a sus calzoncillos que como él, seguramente, habían conocido días mejores y  tomó conciencia de repente que estaba casi desnudo y que ofrecía un penoso cuadro. Sentía horror de ser cogido por sorpresa. Su mal humor aumentó.
   - Lo siento por el florero, no le esperaba hasta mañana. Se agachó para recoger los trozos, y dándose cuenta que había olvidado las presentaciones se levantó sonriendo. Era más joven de lo que él había pensado. Le tendió la mano y añadió:
   - Me llamo Aline Rivière, he sido contratada por su mujer para dirigir la intendencia de la casa después de su... su partida.
   Se sintió ridículo, y más desnudo que nunca. Le dio la mano derecha, pero aún estaba cerrada alrededor del trofeo. Ella ahogó una risa bochornosa. Él dudó, cambiando la estatuilla de mano y finalmente se dio la vuelta sin avisar para subir de nuevo a su habitación.
   - He vuelto antes de lo previsto. Prepáreme un café. ¡Solo! Refunfuñó desde lo alto de las escaleras sin volverse.
Ella dejo caer su mano al vacio y se encogio de hombros."
  


Marie et Alfonso, les traducteurs de 'La guinda del pastel.

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